Paris es una de esas ciudades que en cuanto las pisas, ya sentís que sos parte de una película romántica. Donde la protagonista, siempre mujer, tiene un aura misteriosa y de gran belleza y seguro que en los primeros 10 minutos, va a conocer al gran amor de su vida.
Un lugar en donde sentís que la aventura y la desventura te va a acompañar junto con su aura nostalgica y “neblinezca”.
Bueno, en mi caso en particular, por suerte mi gran amor llegó conmigo, y el glamour no fue parte del arribo. Llegué con fiebre, dolor de garganta y practicamente sin voz, despeinada y con cara de muerta por culpa del malestar. Si, si, siempre triunfando!
El panorama resultaba cada vez menos prometedor, teniendo en cuenta, que de regalo de cumpleaños, J nos había regalado un día en Disney. Los quiero ver como hacen para subirse a una montaña rusa sin poder expresar con gritos histéricos la emoción, el miedo, la adrenalina.
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Para colmo de males, Paris es una ciudad MUY cara, y con nuestro presupuesto mochilero no pudimos disfrutar de todos sus atractivos turísticos. O hacer la típica y romántica cena a la luz de las velas en alguna callecita mágica de Paris.
Y aunque todo parecía negro, a nosotros nada nos quita lo bailado, con muchas pastillas encima, Disney fue magia, fue amor y fue diversión.
En la ciudad, no necesitas entrar a ningun lado ni comer en ningun lugar muy elegante, para vivirla con intensidad. Con solamente ver a lo lejos la imagen de la Torre Eiffel, o caminar a orillas del Sena, el corazón salta dichoso. Ni hablar si podes probar la típica FONDUE. Si te dicen que es para una persona, pero sale muy caro, peditela igual. Nosotros dos con tanto queso y pancitos, salimos redondos!
Qué aprendimos? Aprendimos que, a veces un lugar es mucho mas que gastar plata en cosas para hacer. Conocer una ciudad es mucho mas que eso, es caminar sus calles, es ver a su gente feliz y enojada. Es sentarte en una plaza en un día con mucho sol en Montjuic y disfrutar la vida pasar.